domingo, 4 de octubre de 2009

MAGIA POPULAR: LOS "PROFESORES" DEL CONTINENTE NEGRO

La magia existe, sin ninguna duda. Aparte de Harry Potter o David Copperfield y otros fenómenos mediáticos, está en la mente de quienes la defienden y confían en ella, y no son pocos. En esta época tan descreída, sin religiones oficiales que nos dirijan; y tan llena de elementos científicos y racionales (o pretendidamente científicos y racionales) no deja de sorprender la aparición de la magia en nuestras vidas cotidianas. Superstición, superchería, ilusionismo, charlatanismo e inverosimilitud se nos agolpan todos los días hasta en los sitios más insospechados. Ya saben que una de las secciones más leidas de los periódicos es el horóscopo.

Un elemento de lo más simpático y digamos que afro-castizo es la presencia en nuestra ciudad de brujos y hechiceros africanos, fruto de la globalización que nos permea. Aquí les adjunto unos anuncios  que he ido recogiendo a salida del metro o en algún paso de peatones.




 

 
Si Luis Carandell levantara la cabeza, seguro que los metía en su Celtiberia Show, que ahora se denominaría Globalia Show. Llegaron a la piel de toro los africanos del sur del Sahara y mientras algunos trabajan en el campo o venden La Farola por las esquinas, otros nos ponen negocios de brujería en mitad del foro. Estos, además, se anuncian.

Hay que reconocer que a nivel de diseño son bastante espartanos, un sol y una luna (y ocasionales estrellas) y al grano con el mensaje. De hecho, todos parece que salen de la misma mente redactora y quizá de la misma impresora. Lástima que los curanderos sean ahora “cuaranderos”, pero gazapos los tenemos todos.

Me encanta que los hechiceros se denominen como profesores. La tradición ibérica es que un profesor sea un sesudo señor académico revestido de innumerables títulos y ocupando puestos claves en institutos o universidades. Por otro lado, la imagen mental que tengo de los brujos subsaharianos es la de un nativo ataviado con máscaras, plumas y taparrabos, así que me permitirán la pugna mental que sostengo para ampliar el concepto “profesoral”.

Lo que más destaca es el amplio espectro de hechizos que nos ofrecen: desde tranquilizador “encontrar trabajo” (o “mantenerlo”), hasta “quitar mala suerte”, lo que implicaría acertar con el bote de la Primitiva y por consiguiente que encontrar trabajo no sea ya necesario. Todo ello pasando por cuestiones amatorias (“atraer personas queridas”, “impotencia sexual”) o de salud (“enfermedades cronicas” y “depresión”); sin desdeñar una oportuna “ayuda para los exámenes”.

Como “soluciona cualquier tipo de problema por dificil que sea” y da un “resultado garantizado 100% en poco tiempo” debemos considerar que lo de estos profesores es verdadera vocación humanitaria. Suponemos que ellos mismos son beneficiarios de tantos poderes, incluso si se los aplican unos a otros (¡ah, esos exámenes para el profesorado podrían estar influidos por la videncia!); puesto que realmente se lo curran. Trabajan ejemplarmente desde las ocho de la mañana hasta las diez u once de la noche, sin interrupciones para la comida. Y en algún caso, si no se puede acudir personalmente, se puede encargar el hechizo por correo. Supongo que pronto se podrá por e-mail o por el messenger.

Más de un catedrático blanco y cristiano podría aprender para iluminar a sus alumnos.

Por si no tenían bastante, les pongo otro anuncio, así tienen donde elegir. Saludos otoñales.

 

jueves, 1 de octubre de 2009

CELTIBERIA SHOW

Primero fue una sección entre irónica y jocosa de la revista Triunfo. Luego se convirtió en un libro, pequeña joya editorial del tardofranquismo con una colección irrepetible (y muy tierna) de ejemplos típicos y tópicos de la sociedad española. Y después de muchos años y mucho éxito, pues casi es una categoría. Si no lo creen búsquenlo en Google, y verán que cantidad de enlaces y resultados. Incluso hay un grupo de Flickr sobre este espectáculo celtibérico. Luis Carandell, su creador y mantenedor, estaría orgulloso viendo como una de sus literarias criaturas ha trascendido a su existencia y tiene su vida propia.




Portada del libro, si pueden pillar un ejemplar no desperdicien la ocasión de pasar un rato memorable



Hace unos días, me tropecé con un ejemplar de Celtiberia Show en la Librería Mendez de la calle Ibiza 23 y volvía comprarlo. Digo que volví porque ya es el tercer ejemplar que cae en mis manos. El primero, solo visto de prestado, apareció en mi casa a primeros de los setenta y no entendí demasiado. Debía ser que el franquismo aún coleaba y mis entendederas no eran muy amplias, pero ya me hizo gracia la idea. Muchos años después compré una reimpresión y ya me encantó leerla, en línea con “El Despiste Nacional” (gazapos periodísticos recopilados por Evaristo Acevedo) o las geniales “Antologías del Disparate”, esas sartas de ocurrencias que han tenido y tienen los estudiantes cuando se enfrentan a los exámenes con el vacío de la ignorancia. Y esta tercera vez, la he devorado en cinco arreones (incluyendo tres trayectos en tren de cercanías), y ha sido un absoluto deleite.

El anecdotario de España y Portugal de los años sesenta, con una sociedad en transformación da mucho de sí. Leer ahora esos textos dedicados a la autoridad competente, a la raza, al (nacional)catolicismo hace gracia , enternece y conduce a la reflexión. Han pasado treinta y tantos años desde la primera edición, el autor ya falleció y montones de situaciones y contextos solo son historia. Pero la sociedad sigue aquí, totalmente alrededor, inmersa en la globalización, llena de móviles, internet y aires acondicionados. Por lo tanto el show sigue con nosotros los celtibéricos. Solo es preciso abrir los ojos y disfrutarlo. ¿Seguiremos siendo ese país improvisador, chapucero y guasón como hace unas décadas? ¿O por el contrario, la invasión consumista anglosajona nos ha convertido en una colectividad aculturada, digna de mejores destinos?. Se admiten opiniones.


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PERIPECIAS DE UN DIABETICO (TIPO 2)

Tanto va el cántaro a la fuente, que al final tuvo que romperse. Hace unos meses, el status de obesidad, SAOS (Síndrome de apnea obstructiva del sueño) y diversos síntomas indicativos me convirtieron oficialmente en diabético tipo 2 dentro del contexto del llamado Síndrome metabólico (o síndrome X, que queda más molón). Con un índice de masa corporal (IMC) mayor de 38 y la indicación de cirugía bariátrica sobrevolando mi orondo cuerpo tomé la decisión de intentar llegar a viejo y ponerme las pilas. Así que tras añadir a mi ya crónica lista de medicamentos diarios la metformina (nombre comercial Dianben) inicié una dieta bastante estricta en calidad y cantidad y un aumento de consumo calórico diario, sobre todo procurando caminar más y mejor.


asi de orondo estaba un servidor de ustedes hace un año


Así que con las pilas puestas, mi doctora - la doctora Irene Bretón, una cabeza privilegiada donde las haya- me puso como objetivo eliminar la indicación, es decir, ponerme con un IMC de menos de 35. La muy ladina ni me puso dieta ni nada, sino que confió a mi responsabilidad como médico. Y me dio de plazo mes y medio ("dos como mucho" añadió).

Así que me puse manos a la obra, a ver si lo conseguía. Aparte de incluir en mi tratamiento metformina, lo más típico para la diabetes asociada a sobrepeso, lo primero fue una reducción brutal del aporte calórico, con abstención casi absoluta de pan, patatas, arroz, maíz, azúcar (claro está) y alcohol, y mucha menos grasas. Paralelamente, dedicar un rato del día a hacer ejercicio moderado, que en mi caso ha sido caminar entre media y hora y media diaria. Y mientras, a estudiar la diabetes (para principiantes) e investigar el contenido calórico de los alimentos. Conseguí el objetivo, y a las 6 semanas ya tenía un IMC de 34,8; por lo que Irene me felicitó efusivamente.

mis píldoras del desayuno, nada mal para tener 50 años ¿no?


Hoy ya se van viendo los frutos de la iniciativa. He reducido 20 kg de peso, he bajado 3 tallas de ropa (estoy en crisis textil, claro) y el SAOS se ha evaporado. Académicamente sigo siendo obeso (el IMC es de 31,4, hay que bajar de 30) pero he ganado mucho en autoestima. Sin embargo...

La diabetes es una enfermedad incurable. De aquí al día de mi muerte, que ya veremos cuando es, seguiré siendo diabético. Puede que mi nuevo modo de vida consiga adormecer el proceso, pero no podrá eliminarlo. Por ello, también estoy aprendiendo a deambular por el mundo con comportamiento preventivo y no de glotón obeso, como hasta ahora es mi costumbre.

La diabetes tipo 2 viene de la confluencia de una predisposición genética (hay mucha gente de nunca se convierte en diabética) unida a unas costumbres de vida que la desarrollan: alimentación inadecuada, sedentarismo y otros vicios de la vida moderna. Como los genes son de momento intocables para conseguir ese adormecimiento hay que cambiar de costumbres: alimenticias, físicas y por supuesto mentales.

Clásicamente se dice que somos lo que comemos, y en mi caso no puede ser más verdad. En el medio siglo de vida que llevo en este mundo he comido hasta hartarme de los manjares más variopintos y multihorarios, sea en desayuno, comida y cena o todas la entrehoras descritas. Más aún, me encanta comer. Me gustan las comidas opíparas y las buenas cenas, seguidas de tertulia o sobremesa. Me atrae mucho conocer nuevos platos y nuevos sabores, cuando viajo suelo probar de todo; comer es un instrumento socio-cultural. Todo eso hay que cambiarlo.
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